Libros que me arañan un poquito el alma

Espacio temporal sin determinar.


Tell me where did you sleep last night ...

Ha sonado una alarma, o eso recuerdo porque el momento se encuentra confuso en mi memoria debido a la mezcla rara entre mundo onírico y real, adivino, que me levanté por una alarma y aunque el sueño se volviese a hacer prisionero de mi cerebro, la segunda vez un pequeño instinto fue el que me guio fuera de las sábanas. 

- Tengo que moverme - me repito mentalmente, una y otra vez, intentando que mis piernas y músculos se pongan de alguna forma a funcionar. 

Y de pronto ocurre, despacio con la intención de no molestarlos demasiado me deslizo entre la habitación y la luz que entra por la ventana, que parece invitarme a entrar. 

- Ya está aquí - vuelvo a pensar, de la invitada que por las noches vuelvo a tener conmigo, esa que se va y vuelve según le viene en gana, ella, que tiene potestad para colarse en mis horarios y manejarlos como mejor le conviene, que sabe como quitarme el aliento en las horas que le plazca y que lo pone todo patas arriba. La que pone sus manos en mi garganta y aprieta nudos, los deshace, los coloca, afloja y todo a su antojo, poco me deja opinar a mi. 

Me mantengo de pie de la forma que mejor puedo, pues cuando me acuesto por las noches mi cabeza no deja de funcionar y mis párpados se niegan a cerrarse, es cada vez mayor la sensación interna de que quiero salir corriendo de este cuerpo. 

A veces, me visto a toda prisa y la ansiedad desaparece cuando pongo un pie en una baldosa fuera del portal. 

- Aire, menos mal - y sigo andando entre gentes que solo me ven avanzar con un libro, un pantalón mal puesto y un jersey que decora malamente un intento de peinado.

- ¿A quién quiero engañar? -  hace tiempo que mi imagen personal no me produce satisfacción y tampoco me produce desagrado, el único motivo por el que la mantengo es por obligarme a no detenerme en un espacio que se reduce a cuatro paredes y la mayoría mentales. Pero ese es otro tema, que abordo cada día para no dejarme a la deriva en un huracán. 

Siempre el mismo problema reflejado en espejismos diferentes, siempre la misma pregunta de ¿Cuándo piensa parar?. 

Estos últimos días, se ha incrementado y ha desaparecido en función de factores aleatorios, de pronto me veo haciendo cosas en las que tengo la sensación de ser partícipe omnisciente en mi propia historia, sé que la cuento pero no estoy convencida de saber cuando la vivo. 

Diariamente, la obligación es un peso que me mueve a actuar, porque la satisfacción por la obra bien hecha pocas veces me motiva. Abro los ojos de nuevo y me encuentro participando en actos en los que descubro que no soy invisible por mucho que busque serlo, en los que mi voz me domina muchas veces antes de esbozar algún pensamiento. 

Cómo me gustaría que se callase, que no intentase ser la protagonista de la batalla entre lengua y cerebro, que a veces, es mejor ser cerebro que impulso y caos. Pero no consigo controlar el punto de inflexión en el que paso del pensamiento a la acción, simplemente, como quien encuentra un fenómeno casual, como quien descubre una calle secreta en una ciudad que ya se ha recorrido, aparezco en las situaciones. 

- ¿Y ahora qué? - me pregunto una vez introducida en ellas. 

Sé donde quiero posicionarme, pero soy incapaz de tomar acción en ello, a veces, pienso tanto en la implicación y esfuerzo emocional que me supone, que aunque gaste el último esfuerzo del día consigo dar un paso al frente para que no me coma el tiempo futuro que se me viene encima. 

Reconozco que en ocasiones no sé como lo hago, como lo planteo y no sabría identificar cuantas de las acciones que durante los últimos años gobiernan mi vida han sido establecidas para un plan futuro. 

Porque todos los planes a futuro que tenía enmarcados quizás en un cajón de este cerebro han sido completamente inútiles, inservibles. Y me he encontrado parada enfrente de un mundo que gira sin saber nada sobre la improvisación.

- Solo es cansancio - me sigo diciendo. Pero ya no estoy segura de que este sea solo físico, si no que ha trascendido al plano mental, social y energético. 

- No es una buena época para nadie - pero ni siquiera escuchar esas palabras de consuelo hacen que me consuele, porque no quiero vivir enmarcada en tiempos temporales que no me pertenecen y tampoco he establecido uno propio. 

- ¿En qué momento de tu vida te encuentras? - podría preguntarme alguien en algún momento, y yo aquí, con la cabeza llena de ideas que contestar pero sin saber hilarlas entre ellas mismas. 

- En uno no muy bueno - puedo decir, con las palabras atascadas y armada de valor para enfrentar la lucha interna. 

Definitivamente, no he establecido mi periodo temporal para conmigo misma y el mundo que me toca vivir. 

Pero voy haciendo cosas, y mi única palabra de aliento proviene de un taller de escritura que me dice el gran dominio del lenguaje y vocabulario que tengo para expresarme, que solo tengo que aprender a unir mejor mis ideas, pero que adelante. Y acto seguido, yo me pregunto de qué manera puedo aplicar ese gran dominio si no puedo configurar esta piel y estas manos, si no puedo juntar los cajones que aparecen divididos en mi mente, si cada vez entiendo menos a mis contemporáneos y no soy capaz de establecer conversaciones más allá de las superficies y banalidades. 

¿De qué me sirve mi dominio si todas mis ideas se centran en mis folios en blanco? pese a querer llevarlas más allá de ellos, sin buscarles una transgresión. 

A veces me sorprendo hasta de mi reflejo con ojeras en el espejo de cualquier baño público, vagando como un fantasma por rincones de los que observa la belleza pero se decepciona cuando no sabe expresarla. 

Sí noto mis avances personales, sí sé reconocer la trascendencia de mis acciones, sí ubico de dónde viene cada parte de mis inquietudes, a dónde las estoy externalizando y por qué ahora y no antes. Si mis focos de acción se me aparecen como un plano mental en mi cabeza, donde cada cajón de una pequeña mesita de noche en el fondo de mi cerebro colecciona las actuaciones externas y las analiza al detalle para llegar al foco de sus conductas, que cada vez me cuesta más gestionar. 

Otras tantas veces, me veo tan frágil para este mundo que me convierto en esponja emocional de todas aquellas emociones a las que me mantengo expuesta a lo largo del día durante un periodo continuado. He pensado en cambiar esa parte de mi, pero mejor aprender a gestionarla. No me gusta cambiar mi lienzo interno, demasiado me remodelo cada día para convertirme en una versión mejor que sea continuada en el tiempo. 

Y es ahí donde mi alma establece la batalla, en la diferencia de compartirme con otros luchando con la de que esos otros buscan dominar mi tiempo para desembocar sus deseos, para canalizarse ellos mismos. 

Es ahí donde mi alma lucha por dejar de ser un medio para y convertirse en un fin sano camino hacia algún lado. Pocas personas me dan calma en días de tormenta y son almas seleccionadas que mi mente encasilla como espacios seguros. 

Personas que son como ir caminando por una ciudad caótica en la que de pronto encuentras un oásis lleno de palmeras para tumbarte a descansar. A veces, ese oásis lo he encontrado aquí dentro, pero otras, ha dejado pasar hasta dentro la tormenta que se estaba formando fuera. 

Es en estos días, cuando pienso que mi trascendencia no tendrá éxito si se empeña en conseguir la ambición en esta vida, otras veces pienso que debería dejar de pensar. 

Pero algo dentro de mí me dice que llevar la acción a cabo es simplificar demasiadas conexiones anatómicas juntadas en metro y medio de alma, cabeza y corazón. 

Es ahora, cuando he conseguido coser por fin heridas abiertas, cuando he dejado que la aguja con su hilo termine del todo de coser la herida y cuando no he vuelto para abrirla. 

- Menos mal, herida que cicatriza - pensé mientras te tenía delante, y aunque mi huida pueda verse como algo egoísta, siempre quiso evitar los estragos que se causaron. Ha sido entonces, cuando más he visualizado mi propio crecimiento y mi propio cambio, y aunque las cenizas hayan volado a otras zonas y lugares, siempre dejarán una pequeña mancha en el suelo que podrás ver si sabes observar con detenimiento la zona de los destrozos. 

Como aquel candado en Debod que pusimos en sus barrotes y que aunque ya no recuerdo su forma y el tiempo haya borrado las iniciales, sigo buscando cada vez que me acerco para comprobar que no volviste a recoger la llave que tiramos a los arbustos que teníamos enfrente. 

Es ahora, cuando tenía que comprender que el pasado se nos aparece como algo irreal porque aunque sabemos que pasó, la percepción que obtenía de ti, no era lo que eras en ese momento, la percepción que seguí teniendo también estaba alejada de lo que eras y la que tengo ahora no se corresponde con ninguna. Es por ello que, mientras te conozco sigo teniendo la sensación de desconocerte poco a poco, porque ni somos los mismos que el segundo anterior ni contamos con las motivaciones de días pasados. 

Es ahora cuando he comprendido que aferrarme a ese pasado, es atarme una cadena con percepciones irreales no correspondidas a una realidad exacta, si no distorsionada en base a vida, cuerpo y vivencia. Es por eso que he comprendido la dificultad de encasillarme en un límite temporal cambiante que no percibo como real si no como distorsión.

Lo único que tengo por seguro son los objetos inamovibles y hasta ellos aparecen desdibujados en mi mente. 

Es por ello que no tengo seguro nada, pero la sensación de incertidumbre no se aleja de mis costillas y estoy a punto de difuminar y acabar un día más. 

Nirvana ha dejado de sonar, deberían dejar de sonar mis pensamientos.

Que mañana es otro día. 

Que mañana es otro día.

Que hoy dejará de ser hoy, mañana

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