Libros que me arañan un poquito el alma

Brilla el sol


Siempre es una palabra demasiado abierta que jamás me ha gustado, aunque la mitad de mis afirmaciones se basen en ella y en el nunca, y en el jamás.

Hacía tiempo que no escribía, demasiados días grises en los que coger el lápiz se equiparaba a saltar desde seis pisos de altura, demasiados intentos en los que en mi cabeza resonaban demasiadas voces a la vez que ninguna, son esas mismas voces las que se mantienen volando en bucle para pararse de pronto y no volver a reanudar su marcha, ya ni siquiera hacen el intento de bailar en torno a una hoguera. 

A veces parece que al entrar en mi oído quieren escapar tras recorrer por encima la sala, sin detenerse en pequeños rincones, sin fijarse en los detalles. 

Entiendo su prisa, por formar una idea necesaria para el momento vital preciso, por intentar ordenarse entre ellas lo que no consigo ordenarles yo. 

Hacía tiempo que no escribía, demasiados días grises, pero al levantarme poco a poco en cada tarde ha ido formándose una espiral de emociones buenas que han decidido asaltarme el pecho. 

Menos mal, ahora respiro un poco mejor. 

Con el nudo atado alrededor del cuello, centrarse en respirar era el único método de supervivencia, el único tronco flotando en el medio del río al que podía agarrarme. 

Ahora desde ese tronco diviso la orilla, la cual toco con mis manos para poder respirar un poco más fuerte, para sentir que tengo un pie en tierra firme y que no se tambalea, para sentir que no estoy en medio de una isla de la que tengo que volver a escapar. 

''He llegado a tierra'' me repito mentalmente. 

Y es que aún así, con lo que me queda a la espalda, puedo seguir construyendo mi balsa, me alivio.

He pasado todo un invierno huyendo de mi trinchera, decorando de nuevo los huecos que se me aparecían vacíos, reconstruyendo un corazón que estaba más cerca de ser ceniza que de ser fuego. 

''He llegado a tierra'' esta vez en voz alta y en ella ha salido el sol. 

Y ahora me duermo por las noches con una sonrisa, a causa de sensaciones que me estaba prohibiendo sentir, a causa de abrirme a experiencias que jamás me permití hacer uso de ellas porque solo las hacía contigo. 

Y ahora desarrollo un sentimiento cálido que impulsa de nuevo este frío corazón, y siento que mis ilusiones son tan seguras que las dejo volar libres, sin miedo a que caigan dentro de la tierra porque las he reforzado lo suficiente como para que gestionen las caídas, pero no se caen.

Y ahora regreso con la conciencia tranquila a los sitios en los que he cerrado mis heridas y me he encontrado con que ya no duelen, y respiro, aliviada por haber dejado atrás el ojo del huracán que tanto me mantenía atada a tierra. 

Y ahora decido, con el alma por bandera, porque las estructuras en las que me mantenía me han dejado de apretar, porque el abismo al que me lanzaba ya no existe, aunque existió. 

Y respiro, de nuevo, alejada de aquello que me oprimía el pecho, curándome poco a poco de lo que no quería ser, respondiéndome diariamente a tantas preguntas para las que en ocasiones no existían las respuestas.

Y me desaté de mi misma al darme cuenta de que era yo quién estaba atando mis propias cuerdas, aunque no he llegado a terminar por desatar la última por no querer echar de menos la pared a la que tanto me mantenía mirando. 

Y después de tantos ''y si...'' he dejado los puntos suspensivos para el final, he suprimido la ''y'' del principio y he vuelto a decir que sí. 

Que sí quiero escapar de mi cabeza para controlar las emociones que se me desbordan, que si comprobaré las veces que haga falta los errores que cometo, que sí, que soy más humana que persona porque ser persona no te hace humano, que perdonarme a mi misma no venía de tu mano aunque yo creyese que eso aceleraría el proceso. 

Que ahora sí tengo mis límites marcados, que no quiero que nadie los sobrepase porque mi balanza se encuentra en desequilibrio entre lo que recibo y doy. Que eché de casa al instinto y era el único que tuvo que haber permanecido sentado a mi lado. 

Que ahora sí que no voy a vivir esperando a, soñando que, las cosas pasan porque tienen que pasar. 

Y he dejado al remordimiento fuera, y he entendido el motivo de mi dolor pasado al besar unos labios por los que al besar de nuevo solo he sentido otra piel junto a la mía, ajena e indecisa que no ha vuelto a despertar lo mismo en mí. 

Y ahora sé que lo hice lo mejor que sabía, con las decisiones que tomé, que las ajenas no me corresponden pero tampoco debo perderme a mí con ellas, y que al igual que los trenes que pasan por la misma vía, no será el mío el que se quede en la misma parada. 

Y me sorprendo, porque siempre he sido tren de espera y jamás de paso. Es por ello que ya tocaba poner en marcha mis caminos, avanzar despacio hacia otra parada hasta ir cogiendo velocidad. 

Ahora he comprendido mi manera de sanar. Evitando juicios, dejando suposiciones, estableciendo preguntas y ganando claridad. 

Ahora es cuando sé que no volveré a atribuirme causas ajenas, que quién quiera escuchar que escuche, quién me quiera lo hará desde donde mejor pueda, y quien permanece dejará de hacerlo para volver o no a existir conmigo. Somos temporales. 

Y yo ser temporal en tu vida prometo quererte lo que dure mi tiempo en ella. Sin invadirte. Sin juzgarte. Pero tampoco esperando eternamente unos cuidados esenciales desequilibrando mi balanza. 

He tardado demasiado en dejar atrás el siempre, en desprenderme del eterno concepto del querer, en aceptar que mis sentimientos evolucionan más rápido que yo y que no por ello han sido de mentira, porque han estado ahí, habitándome, repartiéndome. 

He tardado demasiado en ver que quién más se ha juzgado era yo en base a juicios que no contaban con mi personalidad, si no con un concepto demasiado globalizado en el que no llego a encajar. 

Ahora sí, me admito que acompañar y no depender, que podía estar sola, pero prefiero hacerlo en compañía, respetando mis necesidades y mis tiempos. 

Que me he follado más a mi misma que a otros, disfrutando de mi cuerpo y de la sensación que me recorre las venas, pero por las noches echo de menos un abrazo. 

Que ya no mido mi culpa, si no lo aprendido. Que ya no mido mis juicios, si no mis ganas. Que ya no es y si, ahora es solo sí. 

Y reproduzco en bucle a Sabina, desordeno mi cuarto, pierdo en ocasiones la cabeza y no me despierto si no es necesario.

Yo me prometo que podré dormir, aunque todavía tengo que curarme pequeños parches que me siguen apretando.

He llegado a tierra. Ahora solo debo subsistir. 

Y definirme mejor en mi cabeza, seguir cultivando mi inocencia, hacerle hueco a lo que duele pero dejar que entre lo que no. 

Dialogar con el presente es buena idea para empezar. 

Ganar claridad era mi cura. 

He llegado a tierra. 

Menos mal. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario